dimecres, 12 d’octubre del 2016

EL COLOR NACIONAL

  —Sí, señores —dijo el original Palacios—, no hay que darle más vueltas; se impone un cambio en los colores de la bandera. Rojo y gualdo forman una mezcla chillona que no ofrece correspondencia con el alma nacional.
  Nos quedamos estupefactos al oir la audaz opinión de nuestro ingenioso amigo.
  —Se han dedicado innumerables odas, sonetos, himnos, a la bandera española. ¡Todos malos! Y la razón es clara. La bandera española nos resulta extranjera. Por eso no podemos cantarla.
  Amigos, estudiemos los giros y los modismos, sinceras revelaciones del alma de los pueblos. "Me estorba lo negro", "Como el negro del sermón", "Merienda de negros", "Esa es más negra", "Me veo negro", etc. Este es nuestro color nacional; EL NEGRO.
  —Vaya, pues bandera negra, como los piratas —dijo Muñoz, que había leído la versión castellana de La Isla Misteriosa, de Julio Verne.
  —Como los piratas, exactamente —asintió intrépidamente Palacios—.¿No hicieron nuestros buques el comercio de negros? Pues á tal mercancía, tal bandera. Pero el negro no es tan sólo color de pirata. Al gran Rey Felipe II —el Rey más castellano que hemos tenido—, no podemos figurárnosle sin traje negro. Lo mismo digo del duque de Alba. Que el negro es nuestro color nacional, lo demuestra el hecho elocuentísimo de que cada domingo, o más frecuentemente si nos es posible, nos vayamos á una Plaza de Toros para ver los demás colores. Ahí tiene ustedes la utilidad del traje de luces, de los claveles rojos, de las mantillas blancas, de los abanicos, pistos inverosímiles de colores.
  —¡Palacios! No comprendo absolutamente una palabra de todo eso —dijo Alberto, á quien Muñoz había prestado la versión castellana de La Isla Misteriosa, de Julio Verne.
  —¡Desgraciados! Fijaos en los poetas románticos, que son nuestros más genuinos representantes. Espronceda canta los negros nubarrones; D. Juan Tenorio, en el último acto, sale á la escena con un hermoso traje negro: Becquer canta "las obscuras golondrinas". Visitad nuestros museos y estudiad los pintores que podemos llamar típicamente españoles; Ribera, Zurbarán, el mismo Velázquez, en sus inimitables retratos; el sublime español, que por equivocación se llama Theotocopuli. Os convenceréis de que el negro es nuestro color nacional.
  Y voy á haceros otra observación. Ya sabéis que yo soy republicano —aunque no milite.
  Pues bien; no quiero, no puedo ser anticlerical como casi todos los republicanos. Sencillamente; soy partidario del clero, porque las sotanas son negras. Los curas recuerdan la tristeza y la muerte á los hombres con colgaduras negras, cruces negras, alfombras negras... Siempre la religión es la expresión más elevada, el símbolo más puro del espíritu nacional. ¡Y en España, qué instituciones tan españolas se han cobijado bajo la Religión! Voy á citar la de mayor relieve: el Santo Tribunal de la Inquisición...
  Muñoz, extraordinariamente absorto, abrió la boca, dejando caer el cigarrillo.
  —Pero la historia de España...
  —¿Quieres un título para la historia de España? Voy á darte muchos: —Leyenda de aparecidos, —Oficio de tinieblas, —Noche de almas...
  La luz se extinguía suavemente. Oíanse unas campanas muy distantes. Callamos todos...

                José Carner, El Globo, 16-VI-1903 (any XXIX, núm. 10.045). Aplegat a
                Escrits inèdits i dispersos de Josep Carner (1898-1903). Vol. II Prosa (Barcino, 1984), pp. 261-262

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